
Reconocer que pensar es malo para la salud mental de Dankie fue un gran paso para la salud mental de ésta; aunque por desgracia eso tampoco implicaba que todo sería felicidad y zebras corriendo con calzoncillos plateados en el mar morado.
Así que mientras se daba otro disparo de Allemar en las fosas nasales decidió sólo enfocarse en las necesidades básicas y suficientes para sobrevivir en un mundo que parece empeñado en asfixiar a sus miembros en un océano de esterilidad y uniformidad. Concentrar su mente en hacer cosas estúpidas pero relajantes, hasta cierto punto. Dejar de analizar las miles y millones de razones por las cuales se considera una mala persona, por las cuales se considera molesta y por las cuales se considera estúpidamente egoísta. Pero sobre todo, intentar disfrutar, deleitarse con las pequeñas cosas que suceden día a día pasando inadvertidas.
El aire, la lluvia, los amaneceres en el Tec e incluso la mala música que la gente parece encantada en oír. La noche y la luna, la incómoda cama que tiene y el pequeño cuarto pintado de azul. Los largos paseos por el metro con masas de personas iguales, la mochila pesada y los libros llenos de polvo que hacen estornudar. La incapacidad de la gente para mostrar un poco de sensibilidad y (des)humanidad, estirarse en el suelo alfombrado, encoger los dedos de los pies y exhalar todas las estúpidas preocupaciones y el estrés. Reír de todo, el mañana cambia de acuerdo a las circunstancias y el pasado es inalterable, los últimos momentos antes de que suene el despertardor y esos momentos en los que tienes que levantarte.
Amar todo y a todos, porque nadie merece no ser querido, por más hipócrita, estúpido y egocéntrico que sea... Siempre se ha pensado que la belleza está en todo.




